martes, 28 de abril de 2015

viernes, 24 de abril de 2015

El círculo rojo

Relato escrito para el concurso Fraseletreando de Almas de biblioteca

domingo, 12 de abril de 2015

jueves, 9 de abril de 2015

En la flor de la vida por Paola P.

Relato para el concurso: Los crímenes de la calle Morgue del Círculo de escritores



                           En la flor de la vida


 El cuerpo del delito yacía sobre la mesa como si alguien lo hubiese dejado ahí  de forma brutal.

                Pedro y Juan volvían a casa mientras discutían sobre lo acaecido esa mañana en el campus de la universidad.

—¡La puerta no se abre! es como si alguien hubiese manipulado la cerradura.
—Déjame a mí —dijo Pedro apartando al hermano de un empujón— tienes razón, no se abre.

Al tercer intento la puerta cedió dejando paso a la pareja.
Se dirigieron a la cocina empujándose uno al otro pero al abrir la puerta quedaron mudos ante la escena que encontraron.

—¡Dios mío! —Dijo Juan llevándose una mano a la boca. 
—¡Pero quién…! ¡Pero qué…! ¡No me lo puedo creer!

Volvieron al salón y Pedro cerró la puerta.

—¡Mamá está al llegar y no puede encontrarse esto! —dijo Pedro meneando la cabeza.
—Papá sabrá lo que hay que hacer, no toquemos nada y recemos para que llegue antes que mamá.
—¿¡Quién puede haber hecho una cosa así!? ¡Está irreconocible, parece que la hayan golpeado de mala manera!

                Mientras hablaban, el pomo de la puerta se movió como si alguien intentara abrir desde el otro lado, los chicos se sobresaltaron per Pedro se adelantó a abrir.

 Será papá —dijo.

                 El hombre entró y preguntó si  había llegado ya la madre pero  no obtuvo  respuesta. Frunció el ceño y al ver  que los chicos no dejaban de mirar la puerta de la cocina se  dirigió hacia allí.

— ¡Pero que habéis hecho, por el amor de Dios! —Dijo nada más entrar. Retrocedió sobre sus pasos sin  quitar la vista del espectáculo que tenía delante.
— ¡Nosotros no hemos sido! Acabamos de llegar a casa ahora mismo, igual que tú —contestó Juan.
—Pero quién ha podido…pero cómo ha pasado...
Pedro miraba a todas partes mientras Juan permanecía con la cabeza agachada.
—La puerta no abre bien —dijo Pedro tras unos minutos de silencio— a lo mejor alguien ha forzado la cerradura y ha entrado…
—No, eso no es lo que ha sucedido. Yo salí el último esta mañana y al cerrar se me rompió la llave en la cerradura y tuve que sacar el trozo  con un destornillador. Tenía intención de llamar a un cerrajero esta misma tarde. El culpable, por tanto, tenía llave. Esto es muy raro, chicos, hay que aclarar lo sucedido o todos pareceremos culpables.

               En ese momento llegó Elena, la madre de los chicos.
— ¡No entres en la cocina! —Dijo el marido cerrándole el paso.
Elena no le miró, bajó la cabeza y tras un largo silencio empezó a hablar:
—He llegado un poco más tarde de lo normal porque he ido a comprarme un bolso, estaba deprimida y necesitaba subirme el ánimo.

Nadie le prestaba atención, todos miraban al suelo haciendo barrera ante la puerta.

Elena levantó la cabeza, suspiró y fue a sentarse en el sillón. Sacó el bolso  del paquete y lo observó con ojos llenos de lágrimas.
— ¡Está bien! ¡He sido yo! —Gritó de repente mientras tiraba el bolso al suelo.

Los tres hombres levantaron la cabeza al unísono y miraron a la mujer que lloraba con la cara entre las manos.

—He perdido el control —dijo— Esperaba mucho más de ella.

Elena relató lo sucedido en retazos casi inteligibles:
—Hice todo lo que pude por ella, la mimé, la amé, y al final… ¡se torció! ¡Podía haber sido  maravillosa, única!  pero al final…no dio la talla. ¡No pude soportarlo más y la golpeé con todas mis fuerzas! Ya no había nada que pudiéramos hacer.

              Pedro se acercó a Elena, se agachó y le acarició las manos.
—¡No sé porque lo he hecho! —dijo la mujer levantando la cabeza— ¿Qué vamos a hacer ahora?
—No te preocupes, Elena, todo se arreglará, volveremos a empezar desde cero. No te sientas culpable, a cualquiera de nosotros nos podía haber sucedido lo mismo.

La abrazó con ternura y despues continuó hablando:
—Ya verás, plantaremos otra y participaremos en el concurso floral el año que viene, esta vez crecerá como a ti te gusta.

              Girándose hacia los chicos añadió:

 —Quitad los restos de la  orquídea de la mesa. Hay que tranquilizar a mamá. 

martes, 7 de abril de 2015