martes, 16 de junio de 2015

La máquina del tiempo

Relato creado para el concurso de Círculo de Escritores



— ¿Y… a qué época dice usted que quiere volver? —me preguntó con voz melosa el empleado de la empresa de viajes en el tiempo.
Era un tipo escurridizo, de los que me como a bocados en un día cualquiera pero el reloj corría en mi contra y no había tiempo para eso.
—Cinco años atrás, con eso me basta contesté tajante para no dar pie a más conversación.

      El hombre abrió sus grandes ojos y parpadeó varias veces como si así pudiese verme mejor.
—El precio es  el mismo viaje usted cinco años atrás o quinientos —comentó  levantando un lado de la boca en un guiño de advertencia.
—Pero el valor del viaje será para mí superior si viajo solo cinco años atrás, amigo, lo tengo muy claro —contesté empezando a sentirme molesto.
El hombre suspiró mientras seguía introduciendo mis datos en el ordenador.

      "Tenía que volver atrás y arreglarlo todo.
Ella estaba tan bella esa noche, y la perdí para siempre.
La amaba demasiado, su belleza alimentaba mis celos día tras día, obligándome a vivir en un mar dudas y buscando indicios de traición en todo lo que ella decía.
Salimos solos al jardín y lejos de todos nos dijimos cosas terribles,  después pasó lo inevitable…"

 — ¿Cuánto tiempo ha pensado quedarse? —preguntó sacándome de  golpe de mis recuerdos.

—Si llego en el momento preciso, con cinco minutos me basta—respondí con la calma que la vida me había enseñado a tener.

El hombre desplazó la mirada de la pantalla a mis ojos sin mover apenas la cabeza.
 Está bien, no insisto pero es una pena porque…
Calló al observar mi expresión y  siguió:
¿Cuándo ha dicho que quiere usted viajar?
—Ahora mismo.
— ¿Está usted seguro?, tan cerca en el arco temporal y tan corto de estancia? Permítame recordarle que el precio es el mismo vaya adonde vaya y esté el tiempo que esté.

—Es usted muy terco señor y mi paciencia ha llegado a su límite, le he entendido a la primera ¿o es que tengo cara de tonto?
—Sería conveniente una preparación antes del viaje, podría ser alérgico a las drogas…
— ¿Podemos obviarla?
— Podríamos, pero tendría primero que firmar…
—¡Firmo!

Agarré el bolígrafo que el hombre me estaba ofreciendo y dejé mi sello en el folio, la única prueba que iba a quedar.

—Esta es la dirección a la que debo ir —dije entregándole una nota que extraje del bolsillo de la chaqueta—. Tendría que estar ahí  a las tres y cinco de la madrugada del trece de junio del 2020. Y aquí tiene la suma pactada.

El hombre contó los billetes con  la agilidad  de un banquero, sin pestañear ni una sola vez y llamó a su gente.

Me introdujeron en el armatoste y  me monitorizaron a conciencia, bebí un inmundo brebaje sin titubeos, no había tiempo para eso y decidí encomendarme a la suerte.

 El técnico apretaba botones y comprobaba  gráficos  en una  pantalla desplegada ante mí como si yo pudiera entender lo que estaba pasando.
Me sentía ligero y me costaba fijar las ideas, todo era confuso. Veía el cadáver de ella bailando, vestido de fiesta, entorno a un reloj de arena formado por dos grandes matraces de cristal superpuestos. En el interior del que estaba debajo me encontraba cubierto de granos punzantes, me ahogaba, moría poco a poco.   Aun así mi mente nublada y ya casi inconsciente logró distinguir la figura del teniente irrumpir en la sala y mirar hacia mí, impotente. Logré sonreírle en el último instante, le había burlado otra vez jugando ese último as que llevaba escondido en la manga. 

                                              ***

Desperté de regreso otra vez y dudé, parecía todo un sueño, giré la cabeza lo justo y el teniente no estaba ya ahí.

—Su señora le espera en la entrada, ¿Cómo ha ido su viaje, señor?

 Noté algo pesado en el bolsillo derecho, lo palpé, lo miré y sonreí aliviado, el  cuchillo asesino brillaba impoluto, no había rastro de sangre sobre él.